Buenos Aires – Una nueva encuesta nacional realizada por la Universidad de San Andrés (Udesa) entre el 21 y el 29 de mayo volvió a poner en evidencia el clima de desconfianza que domina la política argentina: los 22 dirigentes evaluados resultaron con imagen negativa superior a la positiva. Ninguno logró revertir esa tendencia. Y el caso más extremo fue el del expresidente Alberto Fernández, que alcanzó un 88% de rechazo. El relevamiento, que incluyó entrevistas a 1.005 personas en todo el país, agrupó a referentes del oficialismo y la oposición. A pesar de los números en rojo, el podio quedó en manos de tres figuras libertarias: el presidente Javier Milei (+44% y -51%), la ministra Patricia Bullrich (+40% y -51%) y la vicepresidenta Victoria Villarruel (+40% y -44%). Este resultado coincide con una serie de mejoras percibidas por la ciudadanía: aumentó el nivel de satisfacción con la marcha general del país (del 36% al 42%), volvió el saldo positivo en la evaluación del Gobierno nacional (49% aprueba vs. 48% desaprueba) y creció el porcentaje de optimistas respecto al futuro (41% contra 33% de pesimistas). Detrás del tridente libertario se ubicaron figuras clásicas de la oposición, aunque con saldos mucho más negativos: Axel Kicillof (+28% y -62%), Mauricio Macri (+28% y -64%) y Cristina Fernández de Kirchner (+27% y -66%). El top 11 lo completaron Martín Menem, Schiaretti, Bregman, Grabois y Rodríguez Larreta. La parte baja del ranking, sin embargo, concentra las cifras más alarmantes. El último lugar fue para Alberto Fernández, quien con apenas un 6% de imagen positiva y un 88% de negativa, se consagró como el dirigente con peor valoración del país. Le siguieron Sergio Massa y Máximo Kirchner, ambos con 72% de imagen negativa. También aparecieron con números muy bajos Elisa Carrió (+22% y -61%), Jorge Macri (+21% y -57%), Martín Lousteau (+18% y -59%) y Nicolás del Caño (+17% y -61%), entre otros. El dato que arroja la encuesta de Udesa no solo muestra un rechazo generalizado a la clase dirigente, sino que también plantea un interrogante profundo sobre la representación política en la Argentina actual. Para muchos analistas, el fenómeno expresa una tendencia clara: la sociedad argentina exige resultados concretos y ya no otorga cheques en blanco. El malestar estructural, agudizado por años de crisis, parece no distinguir entre oficialismo u oposición. Redacción de Diario NORTE HOY